jueves, 23 de junio de 2016

El club de los poetas muertos


Cartel de El club de los poetas muertos
Los que nos pasamos largas horas delante de la pantalla de un ordenador, nos damos cuenta que cada vez más, las personas nos comportamos como autómatas que necesitamos que nos digan que hacer y que pensar en cada momento. Quizá por eso, y después de haber disfrutado de la primera temporada de “Merlí”, una parte de este equipo se ha decidido a recuperar una cinta que os sonará, “El club de los poetas muertos” para continuar así, con nuestro repaso a los grandes clásicos modernos de la historia del cine haciéndolo además, con una película que habla precisamente de este tema, la necesidad de aprender a pensar.

Aunque bien podría estar ambientada hoy en día, “El club de los poetas muertos” empieza situándonos en la academia Welton (en Vermont), el primer día del curso 1959-60. Allí, en el aula magna de la vetusta escuela, pronto se vislumbraran algunos puntos que marcarán la vida de los protagonistas de la historia, principalmente la férrea disciplina de los responsables de la misma y como no, el absoluto control de los padres sobre la vida de sus hijos.

Una de las pocas novedades de la presentación del curso y principal bocanada de aire fresco en la misma, es la presentación del nuevo profesor de literatura, John Keating (interpretado por Robin Williams), un antiguo alumno de la escuela.

Cuando las clases empiezan en la academia Welton, estas repiten el mismo esquema: dictados, lecturas, repeticiones, montañas de deberes y amenazas de sanción por dejar de hacerlos, todas las asignaturas siguen el mismo patrón hasta que llega la primera clase de Keating, quien por sorpresa de todos, les invita a salir del aula e ir hasta un expositor que contiene una foto de la primera promoción de Welton, un grupo de alumnos que según Keating, nunca consiguieron entender el “carpe diem”.

Este es el punto de partida para que el profesor Keating despliegue todo su arsenal y sus, para época, alternativos métodos para conseguir que sus alumnos aprendan a decidir por sí mismos. Entre sus alumnos, cuatro amigos (Neil, Todd, Knox y Charlie) deciden recuperar un viejo club de la época de Keating, “El club de los poetas muertos”, un club clandestino donde reunirse, leer poesía, hablar y en definitiva, vivir.

Con el paso de los días los problemas afloran en las vidas de los cuatro chavales; el deseo de Neil de ser actor que choca con las ordenes y deseos de su autoritario padre, el tímido Todd deberá buscar su oportunidad para dejar de serlo, el enamoradizo y miedoso Knox tendrá la oportunidad de luchar por la chica que le gusta mientras que Charlie tomará decisiones controvertidas para todos sin pensar ni en las consecuencias ni en “¿esto está bien o mal?”.

Evidentemente, como estamos ante un clásico os podríamos contar el desenlace de “El club de los poetas muertos”, pero como siempre, preferimos que lo descubráis o mejor dicho, lo redescubráis viéndola.  

“El club de los poetas muertos”, bajo nuestra modesta opinión tiene su principal hándicap en su argumento y el desarrollo del mismo, ya que peca en exceso de previsibilidad y de falta de riesgo en los problemas personales de los alumnos y su forma de enfrentarse a ellos. Pese a todo, un conjunto de brillantes frases y diálogos y el correcto ritmo narrativo de la misma, impide que el espectador se aburra durante las dos horas de metraje.

En el lado opuesto, nos encontramos con lo mejor de “El club de los poetas muertos”, sus interpretaciones, con un protagonista absoluto que borda su trabajo, el malogrado Robin Williams, muy bien secundado por una legión de jóvenes actores (Ethan Kawke, Robert Sean Leonard, Gale Hansen y Josh Charles) que lejos de amilanarse, rozan la perfección en sus papeles.

Por todo lo que os hemos contado hasta ahora, nuestra nota final es de un 7.5 sobre 10 acompañando nuestra recomendación de verla, como mínimo una vez en la vida. Y como en la película acabamos con nuestro: “¡Oh capitán, mi capitán!”




Título original: “Dead Poets Society” – 1989 – USA
Dirigida por: Peter Weir
Duración: 124 minutos
Género: Drama

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