Os debo asumir que
tener a disposición el sofá y el mando a distancia durante la noche del domingo
es uno de esos pequeños placeres que pocas veces ocurren, sobre todo si puedes
aprovecharte de las circunstancias para estirarte en el sofá. Así pues, cuando
la otra parte del equipo se marchó a ultimar sus trabajos universitarios, me
quedé con la disyuntiva de saber cómo aprovechaba esta situación durante esa
noche. ¿Un DVD? ¿Un debate político? ¿O, simplemente, buscar una opción
interesante entre los múltiples canales de TV de los que disponemos?
Al final opté por la
última opción, escogiendo una película de la que había oído hablar mucho, pero
que nunca había tenido la oportunidad de ver: “Snatch: cerdos y diamantes”.
No os voy a engañar si
os digo que en los primeros compases de “Snatch” tuve la extraña sensación de
estar viviendo un “déjà vu”, o mejor dicho, estar viendo una película marca
blanca de Quentin Tarantino, pero no, salvo alguna que otra influencia, nada
tuvo que ver el estadounidense con esta cinta.
La historia se sitúa en
Londres, en donde el Turco y Tommy, dos mafiosos de poca monta, nos cuentan
cómo la vida de varios mafiosos se van cruzando con la suya propia en un abrir
y cerrar de ojos. No muy lejos de nuestra pareja de protagonistas, nos encontramos
con el famoso ladrón de diamantes “Franky cuatro dedos” (interpretado por Benicio
del Toro), quien tiene en su poder un magnífico ejemplar de piedra preciosa que
debe entregar a su jefe Avi (Dennis Farina). Como premonición, Avi le remarca a
Franky que bajo ningún concepto se separe del diamante y ni mucho menos se
acerque a una casa de apuestas.
De camino al
aeropuerto, Franky se cruza con Boris el ruso, quien le convence de tomar parte
en un combate ilegal de boxeo, estando evidentemente más interesado en el
pedrusco que en la apuesta. Cuando esto llega a oídos de Avi decide cruzar el
charco, aunque haciéndose, eso sí, con los servicios del temible Tonny “Dientes
de bala” (Vinnie Jones).
A partir de este
momento, el desarrollo de “Snatch” entra en una espiral de trepidante acción
por los bajos fondos de Londres con combates ilegales de boxeo, gánsteres,
disparos, diamantes que cambian de manos, unos gitanos de lo más parlanchines y
un divertido e inteligente perro.
Dejando aparte el
argumento, para la parte de este equipo que vio “Snatch: cerdos y diamantes” lo
más destacable de la misma fue su ritmo y su particular estilo estético, con
unos poco convenciones planos y un montaje en paralelo de las múltiples
historias que componen la trama principal que, sin lugar a dudas, es casi
imposible que deje indiferente a nadie.
Interpretativamente, lo
más destacable es el brillante trabajo de Brad Pitt, haciendo de gitano campeón
de boxeo sin guantes, un papel preparado para brillar tanto en el plano de la
acción, como en el del drama, como en el de la comedia (desternillante su forma
de hablar). El resto de intérpretes, simplemente correctos, sin destacar pero
sin enturbiar.
No os voy a decir que
estemos ante una de las mejores cintas de la historia del cine, y ni mucho
menos que se trata ante una gran película, pero sí que, aunque por momento
tenga un desarrollo ciertamente particular y complicado de seguir, “Snatch” es
un buen divertimento, una buena comedia negra llena de acción y de toques
tarantinianos que difícilmente os dejará indiferentes. Con todo, mi valoración
final es de un 7 sobre 10.
Título original:
“Snatch” – Reino Unido – 2000
Dirigida por: Guy Ritchie
Duración: 104 minutos
Género: Comedia,
Comedia negra